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Marinella Mazzei: “La disminución del deseo reproductivo es transversal”

por:  La Segunda
jueves, 01 de agosto de 2024
“El año 98, cuando me radiqué aquí, nunca vi a un compatriota en la calle”, cuenta Marinella Mazzei. Venezolana, instalada en Santiago hace más de dos décadas, reconoce que aquella situación hoy es “radicalmente opuesta”. “En los últimos diez años se ha acentuado la llegada de venezolanos, hoy es la comunidad más grande y supera el 30% de los migrantes en Chile”. 

Socióloga de la Universidad Central de Venezuela, máster en Demografía y subdirectora de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile, investiga temas de población, migración y salud, entre otras áreas. Por esto, mira con atención el vertiginoso desplome en la tasa de natalidad del país, cifra que el primer cuatrimestre disminuyó un 22% en comparación al mismo período de 2023. “Aunque el proceso de descenso y cambio reproductivo afecta a todos los países de la región, el fenómeno de la caída de la natalidad en Chile está ya especialmente acentuado y continuará un tiempo más”. 

—¿Este descenso es el más bajo que hemos tenido? Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en 2023 se registraron 173.920 nacimientos en Chile. 
—Así es. La transformación reproductiva en nuestro país hacia la baja ha sido muy acelerada en los últimos 15 años. Ha ido más allá de lo que originalmente se proyectaba. Eso, también porque los cambios sociales y culturales han sido muy apresurados y no se pueden detener.

—Una problemática así presenta varios desafíos, ¿cuáles son los prioritarios?
—Sin duda, uno de estos efectos es que se acelerará el proceso de envejecimiento del país. No solo tenemos grandes retos para el sistema de pensiones, sino también en el de cuidados dirigidos a los adultos mayores. También debemos hacernos cargo del sistema sanitario considerando que nos estamos transformando en una nación de adultos mayores longevos. Tendremos cada vez más a personas de 90 y hasta de 100 años en Chile. Asimismo, se presentarán más casos de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y el Parkinson. Esto generará una gran presión, tanto en el sistema sanitario como en las estructuras familiares.

“A las nuevas generaciones la vida se les hace cuesta arriba”

Hace 26 años Mazzei —quien entre 1994 y 1997 fue parte del equipo de la Unidad de Análisis Demográfico y Proyecciones de población del INE venezolano— visitó Chile por primera vez. Vino a Santiago para especializarse en un programa del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y del Centro Latinoamericano de Demografía (CELADE). “En esa oportunidad conocí a un chileno, nos casamos, tenemos dos hijos y hasta hoy estoy acá”, cuenta.

—¿Es una situación realmente preocupante el declive del número de nacimientos?
—Muchas veces se aborda la caída en la natalidad como una situación alarmante y catastrófica. La situación dramática es no entender que esto es un signo de las transformaciones del Chile actual. Se debe considerar esta baja reproductiva, como un aspecto más que abordar por las políticas públicas; avanzar en todas las necesidades estructurales postergadas. Cuando veo lejana la casa propia, incierta mi vejez o las bajas remuneraciones, a las nuevas generaciones chilenas la vida se les hace cuesta arriba. Eso puede incidir en que les cueste elegir tener hijos.

—En los 60, en Chile se tenían más de cinco hijos en promedio por mujer. Hoy la tasa de fecundidad es de 1,2.
—A partir de esa década se produce un derrumbe de la natalidad por la irrupción y la masificación de los anticonceptivos de alta eficacia. Estos formaron parte de una política de planificación familiar implementada en toda la región que buscaba bajar los altos niveles de mortalidad infantil de la época. A esto se sumó la mayor incorporación femenina al ámbito educativo y laboral.

—Por cierto, era una época más conservadora en la parte familiar.
—Claro, antes parte del proyecto de vida, especialmente para las mujeres, era casarse y tener hijos; era un Chile mucho más conservador. Sobre todo, para quienes practican valores religiosos. Antiguamente la mayoría de las mujeres no estudiaban y se dedicaban a las labores del hogar y tenían más hijos. Era una sociedad bastante más patriarcal y machista. Esto se daba en todos los estratos sociales.

—¿Por qué se ha acentuado esta disminución de la natalidad en los últimos años?
—Que seamos una de las naciones de la región que más rápido ha descendido en su tasa reproductiva, responde a la irrupción de métodos modernos de anticoncepción como a cambios sociales y culturales profundos en el país. Ha habido un empoderamiento de la mujer, como un mayor conocimiento y aceptación del uso de los anticonceptivos. Pero también cambios en los proyectos de vida; decidir no tener hijos en Chile antes era impensable. 

—¿Elegir menos hijos o decidir no tenerlos, responde más bien a una realidad de la elite chilena?
—En este país, la disminución del deseo reproductivo es totalmente transversal a todos los segmentos sociales. Además, existe una cultura anticonceptiva más alta y los embarazos adolescentes han bajado fuertemente en los últimos 20 años. Hay una sexualidad con más acceso a los métodos anticonceptivos. Y aunque en la mayoría de América Latina el cuidado reproductivo recae en la mujer, eso progresivamente ha cambiado. En los sectores socioeconómicos medios y más altos hay cierta apertura a que, por ejemplo, el hombre se realice una vasectomía.

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—¿El Estado chileno debería incentivar un mayor número de nacimientos entre los migrantes?
—Buscar un cambio en los comportamientos reproductivos no debe centrarse únicamente en los migrantes, porque esa es una política con una visión de muy corto plazo. La inmigración tiene un mayor impacto, más que en la natalidad, en aumentar la fuerza laboral de una nación.

Y añade: “El Presidente Piñera en 2018, para revertir la caída reproductiva, anunció un incentivo a la natalidad a las familias que quisieran tener más hijos. Pero se ha visto a nivel internacional que una política así no es la solución. Porque además se deben implementar un conjunto de reformas estructurales en varios ámbitos. Las transformaciones demográficas requieren de una proyección de varias décadas. Para ello hay que desarrollar métodos de información poblacional robustos. Este país tiene estupendas estadísticas vitales. Muestra una larga y reconocida trayectoria en su labor censal, prácticamente ininterrumpida desde antes de la década de los 50. Es trascendental generar mecanismos para que esa información sea incorporada a las políticas públicas con una mirada de largo plazo”.

—¿Cómo se debería enfocar la caída de la natalidad chilena?
—El derrumbe reproductivo debe abordarse mucho más integralmente. Y para que no sea una catástrofe, hay que mirarla en cuanto a las transformaciones que se deben hacer en ámbitos como en el sistema de pensiones, de salud, educativo y laboral. Porque la caída reproductiva tiene una consecuencia también en la fuerza laboral. Hoy se ve, cómo han disminuido los menores de 30 años que se incorporan al mundo del trabajo.

—¿El proyecto de Sala Cuna Universal y la ley de las 40 horas, la cual entró en vigor este año, podrían ayudar a que más jóvenes opten por ser padres?
—Estas iniciativas podrían presentar un impacto beneficioso para tratar de revertir la tasa demográfica, pero no tienen efectos directos. Para restituir la tendencia de disminución reproductiva son muchas las acciones requeridas en conjunto. Ellas tendrían que ir lentamente transformando aspectos sociales y culturales. Por ejemplo, hay que forjar un reconocimiento social al ser padre o madre. Es decir, si vas a tomar tu posnatal, tienes que tener la libertad de que puedes ocupar con tranquilidad ese tiempo, sin pensar que a la vuelta te pueden despedir de tu trabajo. Esa es la idea detrás de estas iniciativas laborales de resguardo social.

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“Tener más hijos no es fácil para los migrantes”

—El Presidente Gabriel Boric anunció que este año ingresará un proyecto de ley de aborto legal. ¿Esto podría perjudicar un intento de aumentar la tasa reproductiva?
—En países con aborto libre no se ha visto que la natalidad disminuya especialmente. Una ley así debe ir de la mano, además, con acciones para generar educación y responsabilidad reproductiva. Pero no necesariamente pensando que eso acentuará una baja en la reproducción. 

—Según el INE el 32,8 de los migrantes que viven en Chile son venezolanos. ¿Cómo observa la migración venezolana del país y el impacto en la natalidad que ha generado?
—Cuando llegué existía muy poca migración. Había algo de migración peruana y boliviana, pero más bien centrada en la frontera del norte. No había una migración procedente de la franja del Caribe. Yo provengo de un país de mezclas de población indígena. Cuando me radiqué acá, me llamó mucho la atención que había muy poca mezcla racial en Santiago. Los últimos 15 años se ha mostrado un fuerte incremento de una migración que se podría decir que es forzada, por el tipo de factores estructurales que la motivan. Chile se ha posicionado, dentro de los países de la región, como uno de los de más alta atracción migratoria. Pasamos desde una migración vecina como la peruana, boliviana y ecuatoriana, a una de zonas más lejanas provenientes de Venezuela, Colombia y Haití. Como la migración ha sido explosiva en los recientes 10 años se observa que ha crecido también el aporte de la natalidad de los migrantes. Actualmente, cerca del 17% del total de los nacimientos en Chile son de madres extranjeras. En el norte, el aporte de ellas puede llegar a más del 30% del total de los nacimientos. 

—Y ahí hay varios mitos entorno a la maternidad vinculada a la migración. 
—En muchos casos existe la creencia errónea de que al tener un hijo en el país de destino se facilitarán los trámites de documentación de los padres. Lo que sí pasa es que inmediatamente ese hijo obtiene beneficios estatales porque se convierte en chileno.  Sin embargo, los migrantes aportan a las tasas de natalidad, pero de forma inmediata, no en una visión o impacto a largo plazo.

—¿Por qué se da eso?
 —Los migrantes pueden presentar un comportamiento reproductivo inicial quizás más alto, pero en el mediano plazo sus hijos van a adaptarse a la cultura nacional. Además, la población migrante tiene doble carga, la de cubrir sus propias necesidades en el país de llegada y las de enviar remesas para mantener a sus familias en sus países de origen. Por lo que tener más hijos no es fácil para ellos.

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