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Geopolítica de la crisis venezolana

por:  La Segunda
lunes, 05 de agosto de 2024
Por su evidente conexión con Chile, la crisis venezolana obliga a evaluar nuestra capacidad real para afectar su desenlace, aislando al país de las secuelas. Implica medir el nivel de poder blando y duro para influir en actores externos según el interés nacional. Esto es, pensar la geopolítica de la crisis. Un ejercicio necesario para reconocer nuestra verdadera posición de fuerza y los cursos de acción factibles. Este ejercicio debe superar el circuito profesional, involucrando a fuerzas políticas y ciudadanía, a fin de lograr una postura común. Bien llevado, el resultado sería un juicio realista de nuestras posibilidades, facilitando consensos en las iniciativas del Ejecutivo. Si no, la señal del país será repetir peleas mezquinas (Hertz/Schalper), torpezas (Ibáñez), emplazamientos inútiles a Boric (Walker) y rotar sin fin alrededor del PC. Estas distracciones nos exponen a recibir el golpe seco de la crisis. 

El primer paso hacia una postura común es definir el interés nacional. Obvio, evitar que la crisis desate una ola migratoria. Sabemos lo que trae. El segundo, consensuar una estimación de la capacidad real para influir en la crisis. Tercer paso, traducir el interés nacional y la capacidad en objetivos que informen las acciones. La estabilidad de Venezuela sería el objetivo lógico si el interés nacional es inhibir la migración. Ahora, la única estabilidad viables es la democrática. Una autoritaria seguirá generando migración. Las trabas a la repatriación y la exportación de bandas criminales son resortes geopolíticos del régimen. Así, el objetivo sería promover la transición a la democracia porque generará estabilidad. 

El último paso es diseñar estrategia y acciones. Como país pequeño carecemos del poder para influir directamente. Así, la coordinación multilateral es nuestra principal herramienta. Una que impone límites. Otros países, otros intereses. La acción colectiva conlleva una autonomía negociada. Mantener la cohesión política interna requerirá de la sintonía fina entre Ejecutivo y Congreso, más una comunicación única hacia la ciudadanía. 

Un esbozo de iniciativa indica que la clave es mover a Brasil y Colombia a una postura más asertiva. El requisito es diluir a AMLO y al temor de injerencia de EE.UU. Una vía es involucrar a la UE. Eso exige mover a Pedro Sánchez. A su vez eso exige mover… y así. Una sucesión de acciones. Articular una coalición internacional que quiebre a la dictadura necesita de frialdad y paciencia, El cuadro es una madeja, se desenreda con cuidado, poco a poco. Es lo opuesto a cortar el nudo gordiano. Así, un reconocimiento unilateral y solitario de González es contraproducente. Solo aliviaría nuestra indignación, brevemente. La posición internacional se sostiene si oficialismo y oposición cooperan. No es momento de correr con colores propios. Es difícil. ¿La alternativa? Hertz, Schalper, Ibáñez, el PC. Piénselo. 

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